25/10/2022 | 2 minutos de lectura
“Podríamos inferir que la identidad pública ya no puede disociarse de la privada, así como tampoco puede ser modificada a voluntad”.
Fuente: Pulso/La Tercera
Los post o comentarios en redes sociales, tanto de autoridades como de personajes públicos en general, han sido materia de cuestionamientos en el último tiempo tanto en el plano local como internacional.
Fue el caso de la Primera Ministra de Finlandia, Sanna Marin, quien fue cuestionada por una foto en la que aparecía en una celebración con amigos. Si nos vamos al plano local, los ejemplos abundan y ya son varios los políticos y autoridades a quienes se les ha aplicado la rigurosidad de la “arqueología digital” con variadas consecuencias y un claro impacto en su imagen pública.
Todo indica que es una nueva realidad y, tarde temprano, masiva y que será parte de la evaluación de cada persona al momento de postular a algún cargo de relevancia tanto en el sector público como privado.
Es que lo que se conoce como “huella digital” es ya parte (casi esencial) de la biografía de cada uno. Y aunque muchos argumentan que son opiniones que se explican o deben a un contexto en particular, lo cierto es que reflejan aspectos de personalidad con mayor fidelidad que cualquier otra instancia.
Bajo esa premisa, podríamos inferir que la identidad pública ya no puede disociarse de la privada, así como tampoco puede ser modificada a voluntad. Sabemos y hemos comprobado que lo que se escribe en la web queda en la web, y ejemplos de tuits y post borrados por sus autores y que siguen estando a disposición de quien quiera acceder a ellos son un claro reflejo de que el “borrón y cuenta nueva” no existe.
Es por ello que es importante asumir y reflexionar sobre la responsabilidad que tenemos al momento de postear, ya que no se trata sólo del efecto que esto puede tener en la imagen de la organización que se representa, la imagen pública, así como también en el entorno familiar y personal. En ningún caso debe tomarse como una limitación a la libertad de expresión, sino sólo que la identidad personal tenga coherencia con la identidad digital. Coherencia entre lo que soy y lo que posteo, entre la forma y el fondo.
A esta altura nadie dudaría que la foto de la Primera Ministra de Finlandia no tenía nada de cuestionable, y que refleja una parte de su vida personal que no afecta su rol público. Otra cosa es tener que desdecirse o arrepentirse de lo posteado, lo que si puede tener efectos negativos.
¿Cómo vivir esta realidad? Haciéndonos responsables de lo que escribimos, asegurándonos que sea consistente con nuestra esencia y que podamos sostenerlo en el tiempo.
* La autora es directora de Humanitas/ Cornerstone International Group
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