20/12/2022 | 3 minutos de lectura
“No podemos permitirnos no recuperar este talento. Sobre todo, considerando que el talento es el motor que lleva a los países al desarrollo y al progreso, así como también es clave para generar mejores sociedades y ese tan anhelado círculo virtuoso donde generaciones más educadas incentivan a las nuevas a ser aún mejores. Chile tiene el potencial para generar talento de calidad, pero para ello se necesitan políticas que fortalezcan y pongan los recursos en asegurar un ecosistema educacional sustentable.”
Fuente: Pulso/La Tercera
Durante la pandemia, Chile estuvo 259 días con cierre total de las escuelas, más que el resto de los países OCDE. ¿Qué consecuencias puede tener esto? No creo que podamos identificarlas todavía, una de ellas son los cerca de 50 mil niños y jóvenes que desertaron del sistema escolar entre 2021 y 2022 según el Mineduc. Además de los crecientes niveles de ausentismo actuales, lo que advierte de potenciales nuevos desertores.
Si bien se trata de una realidad de larga data, el problema se agudizó durante la pandemia. Es evidente que la deserción afecta fuertemente el futuro laboral de estas generaciones, así como también aumenta en ellas la vulnerabilidad de caer en delincuencia, ser presa fácil del narcotráfico u otros. Los expertos educacionales dicen que hay que actuar rápido para que el proceso pueda ser reversible. Más aún, considerando que hay consecuencias que van más allá de lo educacional, como la exclusión social, aumento de la desigualdad y pobreza.
Esta situación, que afecta el futuro de niños y jóvenes, es profundamente crítica a nivel país. No podemos permitirnos no recuperar este talento. Sobre todo, considerando que el talento es el motor que lleva a los países al desarrollo y al progreso, así como también es clave para generar mejores sociedades y ese tan anhelado círculo virtuoso donde generaciones más educadas incentivan a las nuevas a ser aún mejores. Chile tiene el potencial para generar talento de calidad, pero para ello se necesitan políticas que fortalezcan y pongan los recursos en asegurar un ecosistema educacional sustentable.
Esto viene acompañado de un agravante que hace más urgente los cambios. El mercado laboral está evolucionando globalmente a un ritmo nunca antes visto, y las habilidades que se requerían hace una década difieren mucho de las que se buscan actualmente, y más aún de las que se necesitarán en unos años. Por lo tanto, tenemos el desafío de actuar o de quedarnos con brechas de talento que pueden ser difíciles de recuperar.
¿Que haremos para cerrar la brecha de estas generaciones, que innegablemente fueron víctimas de un “terremoto educacional? ¿Podrán adaptarse a un escenario laboral mucho más desafiante que el que hoy conocemos?
Sin ir más lejos, un reciente artículo de McKinsey plantea que las empresas de economías más avanzadas están reclutando talento con foco más en las habilidades y cómo éstas se adaptan al desafío de las organizaciones, más que a los títulos o grados académicos. Puede parecer que, precisamente, la educación es menos importante, cuando es justamente lo contrario. Aunque importe menos el tipo de “cartón”, las habilidades clave para el mundo laboral son las que se adquieren desde los primeros años.
Si no logramos dimensionar la gravedad del problema que estamos viendo, estaremos haciendo un daño enorme a esas nuevas generaciones, las que corren el riesgo de no desarrollarse plenamente en su potencial. ¿Por dónde empezamos?
* Ornella Bono es socia directora de Humanitas / Cornerstone Chile.
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